jueves, 17 de septiembre de 2009

Creacionismo en órbita baja



El mundo en que vivimos puede ser entendido como resultado de la confusión y el accidente, pero, si es el resultado de un propósito deliberado, el propósito tiene que ser el de un demonio. Por mi parte encuentro el accidente una hipótesis menos penosa y mas verosímil.
Bertrand Russell (Por que no soy cristiano)

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Ya se ha comentado mucho el tema del astronauta de origen mexicano que viajó a bordo del transbordador Discovery en la misión a la estación espacial internacional. Fue especialmente polémica la entrevista de Carlos Loret de Mola al astronauta durante la misión y generó diversas reacciones, algunas de las cuales se refieren a la importancia que se le ha dado a la presencia de un tripulante hijo de mexicanos en esa nave, siendo que México lo único que hizo fue dificultar la vida de sus padres lo suficiente como para convencerlos del la conveniencia de buscar mejores oportunidades en los Estados Unidos.

En el blog de Loret de Mola hay un breve comentario sobre la entrevista y en los comentarios del blog se pueden leer las diversas reacciones de los lectores. Me sorprende que, por lo menos hasta hoy, los comentarios se centran en molestarse por el tipo de preguntas o por considerar mexicano a Hernández cuando es alguien que en realidad nació en Estados Unidos y, fuera de la influencia de sus padres y algún derecho legal, poco tiene de mexicano.

Las declaraciones que me interesan aquí son las relacionadas con la propia religión del astronauta. Me tomo la liberta de transcribirlas del blog de Dull:

CLM-“Oye José, estas más allá del cielo…que piensas de la existencia de Dios?”

JH-“Bueno yo siempre he sido un hombre de fe, soy un católico y al mismo tiempo soy un científico, yo siempre traigo mi escapulario, traigo mi Cristo conmigo que ha sido bendecido por el padre de nuestra iglesia y en fin soy un hombre de mucha fe”.

CLM-“Estar allá crece tu fe por la distancia o estar envuelto en tanta ciencia disminuye tu fe en lo desconocido, en Dios?”

JH-“No para mi yo creo que no disminuye mi creencia porque uno puede ver aquí con sus propios ojos la maravilla de nuestro mundo, de lo que es la atmósfera, algo muy delgadito que es lo que nos mantiene en vida, uno puede ver todas las estrellas y decir, no es posible que esto nomás fue por casualidad, yo creo que hay un plan grande, un poder que tal vez nosotros aun no comprendemos y eso es lo que me hace creer en mi fe”.

Lo que sigue es mi opinión personal:

Que Hernández es una persona admirable en muchos aspectos es cierto. Que es un científico también puede ser (en realidad es un ingeniero electricista con maestría, que alguna vez participó en el desarrolló de equipo médico de vanguardia). Pero lo que no puede asumirse es que su explicación creacionista es una explicación científica. Es la simple expresión de un deseo y de una creencia personal muy arraigada, como el mismo lo dice al expresar “yo siempre he sido un hombre de fe, soy un católico”.

La expresión de Hernández no deja de ser la tradicional explicación por omisión del “dios de los vacíos” con el debilitante añadido de que muchas de las cosas que menciona (como las estrellas) tienen explicación como consecuencia de leyes naturales que en la actualidad conocemos perfectamente.

Por otro lado, la explicación divina del origen y control del universo es incompatible con la creencia en un dios bueno e inteligente, y con la realidad. La naturaleza presenta muchos aspectos que no pueden ser explicados con la idea de que un dios infinitamente bueno, inteligente y poderoso creó y cuida de todo. Tener a la vista la superficie terrestre a 400 kilómetros de distancia y su contraste con el fondo estrellado del resto del universo puede resultar inspirador y hacernos sentir lo suficientemente poéticos como para expresar nuestra admiración, pero esa maravillosa vista no puede explicar la existencia de la deidad en que creen los cristianos al mismo tiempo que los huracanes, los terremotos, enfermedades infantiles y un largo etcétera.

Hay una anécdota según la cual Laplace, en respuesta a Napoleón Bonaparte, expresó que para explicar el universo no era necesario recurrir a la hipótesis de Dios, provocando la famosa réplica del matemático Lagrange en el sentido de que la hipótesis de Dios “es una bella hipótesis, ya que explica muchas cosas”.

Es correcto que la hipótesis de Dios podría explicar muchas cosas, pero antes necesita ser demostrada en forma independiente. Pretender que la existencia de hechos sin explicación obliga a concluir que Dios existe es caer en un error lógico. Error demasiado común, por cierto.

martes, 15 de septiembre de 2009

Evolución y certeza colectiva

A veces me ocurre que leo un texto y tiempo después leo otro sobre un tema completamente diferente, y percibo alguna relación, complemento o refutación en donde no la hay. No por lo menos desde el punto de vista que los autores de los textos pretendían originalmente. Tendría que ver a un psicólogo para saber si esto es algo que le pasa a toda la gente o sólo a los que sufrimos algún tipo de locura cuya catalogación está documentada por alguien o no.

De cualquier forma, hoy me ocurrió eso leyendo dos textos. El primero en el blog Genciencia (blog estupendo y muy recomendable, por cierto), en el cual, el autor, basado en un texto de John Allen Paulos, da una explicación matemática acerca de las razones por las que la percepción de muchas personas es menos confiable que la de una sóla. La explicación comparar las probabilidades independientes de la confiabilidad de cada persona, en proporción a todas las veces en que una determinada cantidad de personas respaldarían la misma opinión, concluyendo que la probabilidad de que una afirmación colectiva sea falsa aumenta con el número de personas que la respaldan. A continuación cito el ejemplo del blog mencionado:



“Lo que es indubitable es que los individuos mienten, se autoengañan o sencillamente se confuden. Simplifiquémoslo en una simple operación matemática. Supongamos que algunos individuos dicen la verdad ¼ del tiempo, mienten o se equivocan ¾ del tiempo, y mezclan sus verdades y falsedades de manera aleatoria.
Ahora imaginemos a dos personas que se ajusten a estos parámetros imaginarios (pero bastante parecidos a la realidad, según la persona). Estas dos personas se llaman, por ejemplo, Ignacio y Sergio.
Entonces Ignacio hace una afirmación. La probabilidad de que esta afirmación sea verdadera, como hemos dicho, es ¼. Luego Sergio respalda a Ignacio afirmando que Ignacio dice la verdad. Teniendo en cuenta la declaración de Sergio, ¿cuál es ahora la probabilidad de que Ignacio diga la verdad?
Puesto que Ignacio y Sergio dicen la verdad ¼ del tiempo, lo que dicen ambos resultará ser verdadero 1/16 del tiempo (¼ x ¼). Ahora preguntémonos cuán probable es que Sergio haga una declaración de respaldo. Puesto que Sergio respaldará a Ignacio cuando ambos digan la verdad o ambos mientan, la probabilidad es 10/16 (¼ x ¼ + ¾ x ¾). Así pues, la probabilidad de que Ignacio diga la verdad si Sergio la respalda es 1/10 (1/16 dividido por 10/16).“




Después se me ocurrió leer en el blog La Realidad Estupefaciente, (otro que también recomiendo) y, por puro morbo, me asomé a la Conservapedia. La Conservapedia es una especie de Wikipedia pero escrita por conservadores. Para darse una idea del sesgo de opinión de los autores, conviene ver la ilustración que encabeza el artículo sobre la evolución. A veces me da por leer algunos textos de ahí, sólo para comprobar que sigo siendo capaz de reírme de todo. Al entrar hoy, me encontré con una liga al artículo sobre evolución en la primera plana (juro que no lo busqué) que tenía lo siguiente:



Article of the Year: Evolution
In 2006, the prestigious science journal Science reported concerning the United States: "The percentage of people in the country who accept the idea of evolution has declined from 45 in 1985 to 40 in 2005. Meanwhile the fraction of Americans unsure about evolution has soared from 7 per cent in 1985 to 21 per cent last year."[11]
"Gallup's analysis says religiosity outweighs educational level in shaping views on evolution."
(USN)
Discover what
Wikipedia, the public school systems, and the liberal media don't want you to know about the creation vs. evolution issue.

Ahora sigue mi interpretación (o como diría Héctor Coronado, mi bosta):

Según la conservapedia, en los últimos años, la cantidad de norteamericanos que aceptan las ideas creacionistas ha aumentado, mientras que la cantidad de los que creen en la evolución ha decrecido. La nota no otorga ninguna interpretación de realidad a ese hecho desnudo, pero para redondear la idea, yo puedo proponer que, en base a la explicación de John Allen Paulos, la probabilidad de que quienes sostienen el creacionismo contra la evolución darvinista estén equivocados, se ha incrementado en los últimos años.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Política y pensamiento crítico

En realidad detesto publicar textos que no sean míos, a menos que haya habido alguna contribución personal al mismo, por ejemplo la traducción. Pero en este caso, me pareció que el texto que a continuación presento es una visión de lo que debe ser el pensamiento crítico aplicado a los asuntos públicos: una invitación a pensar que una sociedad mejor es posible y que ésta no va a llegar insistiendo en aplaudir la inmovilidad. También quiero aprovechar para dejar patente que me gusta la forma en que Denise Dresser escribe, pero ha habido algunas ocasiones en las que no he coincidido con su opinión. Sin embargo esta vez estoy dispuesto a suscribir la totalidad de las palabras contenidas en este artículo.

La declaración de Felipe Calderón a la que hace referencia la autora puede leerse aquí.

El artículo que transcribo apareció en la revista proceso. Las partes marcadas en negritas fueron las que más me gustaron. Lo demás lo dejo para los comentarios

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Llamado a hablar mal de México
(Enlace: http://www.proceso.com.mx/opinion_articulo.php?articulo=71931)
DENISE DRESSER
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Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto?
Sí. Habrá el canto sobre los tiempos oscuros.
Bertolt Brecht
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Hace unos días, el presidente Felipe Calderón criticó a los críticos y convocó a hablar bien de México: "Hablar bien de México, de las ventajas que México tiene… es la manera de construir, precisamente, el futuro del país". Y de allí, siguiendo su propio exhorto, pasó a congratularse porque la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes aquí es más baja que en Colombia, Brasil, El Salvador o Nueva Orleáns. Las ventajas de México quedarán claras cuando decidamos hablar bien del país, concluyó.

Escribo ahora para pedirte –lector o lectora– que hagas exactamente lo contrario a lo que el Presidente exige. Escribo ahora para recordarte que el estoicismo, la resignación, la complicidad, el silencio, y la impasibilidad de tantos explican por qué un país tan majestuoso como México ha sido tan mal gobernado. Es la tarea del ciudadano, como lo apuntaba Günter Grass, vivir con la boca abierta. Hablar bien de los ríos claros y transparentes, pero hablar mal de los políticos opacos y tramposos; hablar bien de los árboles erguidos y frondosos pero hablar mal de las instituciones torcidas y corrompidas; hablar bien del país pero hablar mal de quienes se lo han embolsado.

El oficio de ser un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad aunque haya tantos empeñados en esconderla. De decirle a los corruptos que lo han sido; de decirle a los abusivos que deberían dejar de serlo; de decirle a quienes han expoliado al país que no tienen derecho a seguir haciéndolo; de mirar a México con la honestidad que necesita; de mostrar que somos mejores que nuestra clase política y no tenemos el gobierno que merecemos. De vivir anclado en la indignación permanente: criticando, proponiendo, sacudiendo. De alzar la vara de medición. De convertirte en autor de un lenguaje que intenta decirle la verdad al poder. Porque hay pocas cosas peores –como lo advertía Martin Luther King– que el apabullante silencio de la gente buena. Ser ciudadano requiere entender que la obligación intelectual mayor es rendirle tributo a tu país a través de la crítica.

Ahora bien, ser un buen ciudadano en México no es una tarea fácil. Implica tolerar los vituperios de quienes te exigen que te pases el alto, cuando insistes en pararte allí. Implica resistir las burlas de quienes te rodean cuando admites que pagas impuestos, porque lo consideras una obligación moral. Lleva con frecuencia a la sensación de desesperación ante el poder omnipresente de los medios, la gerontocracia sindical, los empresarios resistentes al cambio, los empeñados en proteger sus privilegios.

Aun así me parece que hay un gran valor en el espíritu de oposición permanente y constructiva versus el acomodamiento fácil. Hay algo intelectual y moralmente poderoso en disentir del statu quo y encabezar la lucha por la representación de quienes no tienen voz en su propio país. Como apunta el escritor J.M. Coetzee, cuando algunos hombres sufren injustamente, es el destino de quienes son testigos de su sufrimiento padecer la humillación de presenciarlo. Por ello se vuelve imperativo criticar la corrupción, defender a los débiles, retar a la autoridad imperfecta u opresiva. Por ello se vuelve fundamental seguir denunciando las casas de Arturo Montiel y los pasaportes falsos de Raúl Salinas de Gortari y las mentiras de Mario Marín y los abusos de Carlos Romero Deschamps y el escandaloso Partido Verde y los niños muertos de la guardería ABC y los cinco millones de pobres más.

No se trata de desempeñar el papel de quejumbroso y plañidero o erigirse en la Casandra que nadie quiere oír. No se trata de llevar a cabo una crítica rutinaria, monocromática, predecible. Más bien un buen ciudadano busca mantener vivas las aspiraciones eternas de verdad y justicia en un sistema político que se burla de ellas. Sabe que el suyo debe ser un papel puntiagudo, punzante, cuestionador. Sabe que le corresponde hacer las preguntas difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Sabe que debe asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Sabe que todos los seres humanos tienen derecho a aspirar a ciertos estándares decentes de comportamiento de parte del gobierno. Y sabe que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada: hablando, escribiendo, participando, diagnosticando un problema o fundando una ONG para lidiar con él.

Ser un buen ciudadano en México es una vocación que requiere compromiso y osadía. Es tener el valor de creer en algo profundamente y estar dispuesto a convencer a los demás sobre ello. Es retar de manera continua las medias verdades, la mediocridad, la corrección política, la mendacidad. Es resistir la cooptación. Es vivir produciendo pequeños shocks y terremotos y sacudidas. Vivir generando incomodidad. Vivir en alerta constante. Vivir sin bajar la guardia. Vivir alterando, milímetro tras milímetro, la percepción de la realidad para así cambiarla. Vivir, como lo sugería George Orwell, diciéndoles a los demás lo que no quieren oír.

Quienes hacen suyo el oficio de disentir no están en busca del avance material, del avance personal o de una relación cercana con un diputado o un delegado o un presidente municipal o un Secretario de Estado o un Presidente. Viven en ese lugar habitado por quienes entienden que ningún poder es demasiado grande para ser criticado. El oficio de ser incómodo no trae consigo privilegios ni reconocimiento, ni premios, ni honores. Uno se vuelve la persona que nadie sabe en realidad si debe ser invitada, o el colaborador de una revista a la cual le recortan la publicidad.

Pero el ciudadano crítico debe poseer una gran capacidad para resistir las imágenes convencionales, las narrativas oficiales, las justificaciones circuladas por televisoras poderosas o Presidentes porristas. La tarea que le toca –te toca– precisamente es la de desenmascarar versiones alternativas y desenterrar lo olvidado. No es una tarea fácil porque implica estar parado siempre del lado de los que no tienen quién los represente, escribe Edward Said. Y no por idealismo romántico, sino por el compromiso con formar parte del equipo de rescate de un país secuestrado por gobernadores venales y líderes sindicales corruptos y monopolistas rapaces. Aunque la voz del crítico es solitaria, adquiere resonancia en la medida en la que es capaz de articular la realidad de un movimiento o las aspiraciones de un grupo. Es una voz que nos recuerda aquello que está escrito en la tumba de Sigmund Freud en Viena: "la voz de la razón es pequeña pero muy persistente".

Vivir así tiene una extraordinaria ventaja: la libertad. El enorme placer de pensar por uno mismo. Eso que te lleva a ver las cosas no simplemente como son, sino por qué llegaron a ser de esa manera. Cuando asumes el pensamiento crítico, no percibes a la realidad como un hecho dado, inamovible, incambiable, sino como una situación contingente, resultado de decisiones humanas. La crisis del país se convierte en algo que es posible revertir, que es posible alterar mediante la acción decidida y el debate público intenso. La crítica se convierte en una forma de abastecer la esperanza en el país posible. Hablar mal de México se vuelve una forma de aspirar al país mejor.

Esta es una posición vital extraordinariamente útil pero heterodoxa en un lugar que cambia pero muy lentamente debido a la complicidad de sus habitantes y sus gobernantes. Porque hay tantos que parten de la premisa: "así es México". Tantos que parten de la inevitabilidad. Tantos que parten de la conformidad. Ya lo decía Octavio Paz: "Y si no somos todos estoicos e impasibles –como Juárez y Cuauhtémoc– al menos procuramos ser resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de nuestras victorias nos conmueve nuestra entereza ante la adversidad". Allí está nuestro conformismo con la corrupción cuando es compartida. Nuestra propensión a compararnos hacia abajo y congratularnos –como lo hace Felipe Calderón– porque por lo menos México no es tan violento como la ciudad de Nueva Orleáns.

Ante esa propensión al conformismo te invito a hablar mal de México. A formar parte de los ciudadanos que se rehúsan a aceptar la lógica compartida del "por lo menos". A los que ejercen a cabalidad el oficio de la ciudadanía crítica. A los que alzan un espejo para que un país pueda verse a sí mismo tal y como es. A los que dicen "no". A los que resisten el uso arbitrario de la autoridad. A los que asumen el reto de la inteligencia libre. A los que piensan diferente. A los que declaran que el emperador está desnudo. A los que se involucran en causas y en temas y en movimientos más grandes que sí mismos. A los que en tiempos de grandes disyuntivas éticas no permanecen neutrales. A los que se niegan a ser espectadores de la injusticia o la estupidez. A los que critican a México porque están cansados de aquello que Carlos Pellicer llamó "el esplendor ausente". A los que cantan en la oscuridad porque es la única forma de iluminarla.