Desde hace meses circula en la blogósfera un grupo de microorganismos denominados Memes, los cuales tienen el mismo nombre que los memes definidos por Richard Dawkins como las unidades de transmisión cultural, en analogía al concepto de genes, como unidades de transmisión biológica. Pero los memes del ambiente bloguero son algo parecido a las cadenas de correo electrónico (o del correo físico en aquella lejana era del papel como vehículo fundamental para la transmisión del pensamiento). Recibes la invitación, ejecutas una acción y pasas la invitación a otros.
En este caso yo he recibido la invitación a memear, bloguerísticamente hablando y por orden de invitación, de Zalakain, Mafalda, Pereque y Kix. A quienes mi desidia agradece la mención. El meme, según la definición de Dawkins muta de hecho. El meme bloguero también puede mutar, ya que, tal como lo definió Zalakain, consistía en: Abrir por la página 123 el libro más cercano, ir a la línea 5, a partir de ella, copiar en el blog las tres frases que la siguen, poner el autor y el título y, pasarlo a tres personas. En términos generales las otras tres invitaciones sólo hablan de transcribir la página 123 completa y pasarlo a 4 blogueros.
Si el objetivo del meme es despertar la curiosidad sobre diferentes libros, lo de transcribir la página 123 me parece mejor que lo de copiar tres frases. Sin embargo yo me voy a tomar la libertad de modificar un poco los términos del meme por dos razones: (1) que ya casi todos los blogueros a quienes conozco lo han contestado, lo cual me deja en desventaja para transmitirlo y (2) que creo que se puede hacer un poco más interesante especificando que:
- Se escoja cualquier libro que se haya leído recientemente y
- Se transcriba el cualquier pasaje que se considere más interesante.
El libro que escojo es Forastero en tierra extraña de Robert A. Heinlein. Los pasajes que escogí son un poco extensos, pero me parece que son interesantes. Para facilitar la lectura voy a marcar en negritas las frases que más me gustaron.
Pasaje 1, en algún lugar del capítulo 29
Ella volvió al piso un día y encontró a Mike sentado, no en trance sino sin hacer nada, y rodeado de libros, muchos libros: el Talmud, el Kama-Sutra, varias versiones de la Biblia, el Libro de los Muertos, el Libro de los Mormones, el precioso ejemplar de Patty de la Nueva Revelación, diversos apócrifos, el Corán, La Rama Dorada –versión no resumida–, El Camino, Ciencia y Salud con la Llave a las Escrituras, los escritos sagrados de una docena de otras religiones mayores y menores…, incluso desviaciones tan extrañas como el Libro de la Ley de Crowley.
–¿Te ocurre algo, querido?
–Jill, no asimilo… –agitó la mano hacia los libros.
–(La espera, Michael. Se impone la espera hasta que llegue la plenitud)
–No creo que la espera la llene nunca. Oh, sé dónde está el fallo: no soy realmente un hombre. Soy marciano…, un marciano en un cuerpo deforme.
–Para mí eres un hombre más que completo, querido…, y adoro la forma que tiene tu cuerpo.
–Oh, tú asimilas de qué estoy hablando. No asimilo a la gente. No comprendo esta multiplicidad de religiones. Mira, entre mi pueblo…
–¿Tu pueblo, Mike?
–Lo siento. Debí decir que, entre los marcianos, sólo existe una religión… y no es una fe, sino una certidumbre. La asimilas. «¡Tú eres Dios!».
–Sí –asintió ella–. Lo asimilo en marciano. Pero ya sabes, queridísimo, que eso no significa lo mismo en inglés…, o en ninguna otra lengua humana. No sé por qué.
–Hum. En Marte, cuando necesitamos saber algo, cualquier cosa, preguntamos a los Ancianos, y la respuesta nunca es errónea. Jill, ¿es posible que los humanos no tengamos «Ancianos»? No me refiero a las almas, esto se da por sentado. Cuando nosotros nos descorporizamos, morimos. Cuando nos quedamos muertos…, ¿morimos de un modo total y no queda nada? ¿Vivimos en la ignorancia porque eso no importa? ¿Porque desaparecemos sin dejar ningún rastro detrás, en un espacio de tiempo tan breve que cualquier marciano lo utilizaría para una larga contemplación? Dímelo, Jill. Tú eres humana.
Ella sonrió con serena tranquilidad.
–Tú mismo me lo has dicho. Tú me has enseñado a conocer la eternidad, y no puedes arrebatarme ese conocimiento, nunca. No puedes morir, Mike; lo único que puedes hacer es descorporizarte.
Se señaló a sí misma con ambas manos.
–Este cuerpo que me has enseñado a ver a través de tus ojos, y que has amado tan bien, desaparecerá algún día. Pero yo no desapareceré: ¡soy lo que soy! Tú eres Dios y yo soy Dios y nosotros somos Dios, eternamente. No estoy segura de adonde iré a parar, ni de si recordaré que hubo un tiempo en que fui Jill Boardman, la muchacha que se consideraba feliz manoseando instrumental médico y que fue igualmente feliz meneando su cuerpo en las tablas bajo los brillantes focos. Siempre me ha gustado este cuerpo…
Con el más desacostumbrado gesto de impaciencia, Mike hizo desaparecer las ropas de Jill.
–Gracias, querido –dijo ella en voz baja, sin moverse de donde estaba sentada–. Siempre ha sido un cuerpo estupendo para mí, y para ti…, para los dos. Pero confío en no perderlo cuando haya terminado con él. Espero que te lo comas cuando me descorporice.
–Oh, te comeré, puedes estar segura…, a menos que me descorporice yo antes.
–No creo que pase eso. Con tu dominio mucho mayor sobre ese adorable cuerpo, sospecho que puedes vivir varios siglos. A menos que decidas descorporizarte antes.
–Podría hacerlo. Pero no ahora. Jill, lo he intentado una y otra vez. ¿A cuántas iglesias hemos asistido?
–A todas las que hay en San Francisco, de todo tipo, creo… Excepto las más pequeñas y secretas, que no están listadas en ninguna parte. No recuerdo cuántas veces hemos asistido a los servicios de buscadores.
–Eso sólo fue para reconfortar a Patty. Yo no volvería nunca más, si tú no estuvieses segura de que ella lo necesita para saber que no hemos abandonado.
–Lo necesita. No podemos mentirle; tú no sabes hacerlo y yo no puedo engañar a Patty.
–En realidad –admitió él–, los fosteritas son muchos más de los que había creído. Todos retorcidos, por supuesto. En realidad andan torpemente a tientas, como hacía yo cuando estábamos en la feria. Y nunca corrigen sus errores por culpa de esto… –hizo que el libro de Patty se alzara en el aire–, que en su mayor parte no es más que basura.
–Sí, pero Patty no lo ve. Está envuelta en su propia inocencia. Ella es Dios, y obra en consecuencia; sólo que no sabe que lo es.
–Así es –asintió él–. Ésa es nuestra Patty. Lo cree sólo cuando yo se lo digo, con el énfasis adecuado. Pero, Jill, hay otros sitios donde mirar. La ciencia, por ejemplo. A mí, mientras estaba aún en el nido, me enseñaron más acerca de cómo fue ensamblado el universo físico de lo que han averiguado hasta la fecha los científicos humanos. Sé tanto de eso, que ni siquiera puedo hablar con ellos sobre el asunto. Ni siquiera puedo hablarles de algo tan elemental como la levitación. No trato de menospreciar a los científicos… Hacen lo que deben y se orientan hacia el camino correcto; asimilo por completo eso. Pero lo que están tratando de descubrir no es lo que yo ando buscando, ¿entiendes? Uno no asimila un desierto contando sus granos de arena.
»Luego está la filosofía, que se supone que es capaz de abarcarlo todo. ¿Lo hace? Todo filósofo que aparece con algo es exactamente porque ha tropezado con ello…, excepto los que se engañan a sí mismos, demostrando sus suposiciones a través de sus conclusiones, en un círculo. Como Kant. Como muchos otros que se muerden la cola. Así que la respuesta, si la hay, debería estar aquí.
Agitó la mano hacia el montón de libros religiosos.
–Sólo que no está. Trozos y fragmentos que parecen verídicos, pero nunca un esquema global…, y si hay un esquema, cada vez, sin excepción, te piden que la parte más difícil la suplas con la fe. ¡Fe! ¡Qué sucio monosílabo! Jill, ¿por qué no lo mencionaste cuando me enseñabas la relación de palabras breves que no deben ser usadas en compañía de personas educadas?
Ella sonrió.
–Mike, acabas de hacer un chiste.
–No tenía intención de que fuera un chiste, y no le veo la gracia tampoco. Jill, no he sido bueno para ti…, tú solías reírte. No dejabas de reír y sonreír hasta que yo te traspasé mis preocupaciones. Yo no he aprendido a reír; tú en cambio has olvidado cómo hacerlo. En vez de transformarme yo paulatinamente en humano, has sido tú la que has empezado a convertirte en marciana.
–Soy feliz, querido. Probablemente tú no me has visto reírme.
Pasaje 2: Éste está en el capítulo 30, al inicio de la cuarta parte y es mi favorito.
–.... ¡Hola Ben! ¿Qué va a tomar?
–Nada, a esta hora temprana del día sólo me hace falta su mala influencia profesional. Necesito hablar con usted, Jubal.
–Ya lo está haciendo. Dorcas, trae a Ben un vaso de leche caliente; está enfermo.
–Sin mucha soda –corrigió Caxton–, y la leche de esa botella con los tres hoyuelos. Una charla en privado, Jubal.
–Muy bien, subamos a mi estudio…, aunque si se cree capaz de ocultar algo a los chicos de aquí, hágame saber su método.
Después de que Ben terminase de saludar adecuadamente a los miembros de la familia –y sin miedo al intercambio de microbios en tres de los casos–, se dirigieron escaleras arriba.
–¿Qué es esto? –dijo Ben–. ¿Me he perdido?
–Oh, así que no había visto las reformas, ¿eh? Una nueva ala al norte, lo cual nos da dos habitaciones y otro baño en la planta baja…, y aquí arriba mi galería.
–¡Hay suficientes estatuas para llenar un cementerio!
–Por favor, Ben. Estatua es lo que se erige a los políticos fallecidos en las esquinas de los bulevares. Esto que ve son «esculturas». Y, por favor, hable en tonos bajos y reverentes si no quiere que me ponga violento…, porque aquí tenemos réplicas exactas de algunas de las esculturas más maravillosas que este asqueroso planeta ha producido.
–Bueno, esa cosa horrible creo haberla visto antes, pero…, ¿cuándo adquirió el resto de todo este lastre?
Jubal le ignoró y le habló con suavidad a la copia de La bella Heaulmiére:
–No le escuches, ma petite chére…, es un bárbaro y no sabe hacerlo mejor –alargó la mano hacia la estropeada mejilla de la escultura, luego tocó con suavidad uno de sus mermados senos–. Me hago cargo de lo que sientes…, pero no va a durar mucho. Paciencia, querida.
Se volvió hacia Caxton y dijo secamente:
–Ben, no sé lo que se trae usted en mente, pero tendrá que esperar mientras le doy una lección acerca de cómo han de mirarse las esculturas… aunque es probable que resulte tan inútil como intentar enseñar a un perro a apreciar un violín. Pero ha sido grosero con una dama, y no estoy dispuesto a tolerarlo.
–¿Eh? No sea tonto, Jubal; usted sí es grosero con las damas… con las vivas, por lo menos una docena de veces al día. Y ya sabe a quiénes me refiero.
–¡Anne! –gritó Jubal–. ¡Sube! ¡Con la toga puesta!
–Sabe usted que yo nunca sería grosero con la vieja que sirvió de modelo para eso. Nunca. Lo que no puedo comprender es que un individuo que se hace llamar artista tenga la osadía de hacer posar desnuda a la bisabuela de alguien…, ni que usted tenga el mal gusto de querer tal esperpento en su casa.
Anne llegó con la toga puesta, no dijo nada. Jubal le preguntó:
–Anne, ¿he sido grosero alguna vez contigo? ¿O con alguna de las chicas?
–Eso es pedir una opinión.
–Eso es precisamente lo que te pido. Tu opinión. No estás ante el tribunal.
–Nunca ha sido usted grosero con ninguna de nosotras, Jubal.
–¿Recuerdas alguna ocasión en la que me haya portado intencionadamente de una forma grosera con alguna dama?
–Le he visto portarse intencionadamente grosero con una mujer. Pero nunca le he visto ser grosero con una dama.
–Eso es todo. No, una opinión más. ¿Qué piensas de este bronce?
Anne observó atentamente la obra maestra de Rodin, luego dijo despacio:
–Cuando lo vi por primera vez, pensé que era horrible. Pero he llegado a la conclusión de que puede que sea el objeto más hermoso que hayan visto mis ojos.
–Gracias, eso es todo –la muchacha se fue–. ¿Quiere que discutamos el asunto, Ben?
–¿Eh? Cuando discuto con Anne, el traje se me pone del revés… –Ben contempló la escultura–. Pero no acabo de captarlo.
–Está bien. Atiéndame. Cualquiera puede mirar a una chica guapa y ver una chica guapa. Pero un artista es capaz de mirar a una chica preciosa y ver en ella a la anciana en que llegará a convertirse. Y un artista mejor puede mirar a una vieja y ver la chica preciosa que fue en su juventud. Pero un gran artista, un maestro, y eso es lo que fue Auguste Rodin, puede mirar a una vieja, retratarla exactamente tal como es en aquel momento…, y obligar al que contemple su obra a ver en ella la jovencita preciosa que fue la anciana. Y más que eso: puede conseguir que cualquier persona con la sensibilidad de un armadillo, o incluso usted, vea que esa chica encantadora aún está viva, en absoluto vieja y fea, sino simplemente aprisionada dentro de ese cuerpo arruinado. El gran artista es capaz de hacerle sentir a uno la tranquila e infinita tragedia de una muchacha que nació para no envejecer en su corazón más allá de los dieciocho años…, al margen de lo que las despiadadas horas le hicieron a su cuerpo. Mírela, Ben. Envejecer no nos importa a usted o a mí; nunca nacimos para ser admirados…, pero a ella sí. ¡Contémplela!
Ben miró la escultura. Finalmente, Jubal dijo con voz hosca:
–Está bien, suénese la nariz y séquese los ojos…, ella acepta sus disculpas. Vamos a sentarnos. Ya es suficiente para una sola lección.
–No –respondió Caxton–. Quiero saber sobre esas otras. ¿Qué me dice de ésa de aquí? No me inquieta tanto; ya veo que es una muchacha. Pero, ¿por qué está retorcida como un ocho?
Jubal miró la copia de la Cariátide caída bajo el peso de su piedra y sonrió.
–Llámelo un tour de force en empatía, Ben. No espero que sea capaz de apreciar las formas y masas que hacen que esa figura sea mucho más que un «ocho»…, pero puede apreciar lo que Rodin está diciendo en ella. Ben, ¿qué extrae la gente del hecho de mirar un crucifijo?
–Ya sabe usted lo mucho que voy a la iglesia.
–«Lo poco», querrá decir. Sin embargo, tiene que saber que, como artesanía, las pinturas y esculturas de la Crucifixión son normalmente atroces… y las pinturas, las más realistas utilizadas a menudo en las iglesias, suelen ser las peores: la sangre chorrea como ketchup, y ese ex carpintero es reflejado como si fuese un afeminado…, lo cual no era así, si hay que creer lo que dicen los Evangelios. Jesús fue un hombre robusto, probablemente musculoso y con una buena salud. Pero, pese a las casi siempre lamentablemente torpes representaciones de la Crucifixión, para la mayoría de las personas una imagen deficiente es tan efectiva como otra buena. No ven los defectos; todo lo que ven es un símbolo que les inspira las más profundas emociones: les recuerda la Agonía y el Sacrificio de Dios.
–Jubal, creí que no era usted cristiano.
–¿Y qué tiene que ver con esto? ¿Acaso eso me deja ciego y sordo a la más fundamental emoción humana? Estoy diciendo que el crucifijo de yeso más torpemente pintado o la más barata postal del Nacimiento pueden ser un símbolo suficiente poderoso para evocar en el corazón del hombre emociones tan fuertes, que muchos han muerto por ellas y muchos más viven para ellas. Así que la habilidad artesanal y el juicio artístico con el que se juzga ese símbolo es irrelevante. Y aquí tenemos ahora otro símbolo emocional…, trabajado con un arte y una habilidad exquisitos.
»Ben, durante casi tres mil años, los arquitectos diseñaron edificios con columnas en forma de figuras femeninas. Se convirtió en una costumbre tan generalizada, que lo hacían de una forma tan indiferente como un niño pequeño pisa una hormiga. Después de todos esos siglos, fue necesario un Rodin para hacer ver que ése era un trabajo excesivamente pesado para una chica. Pero no se limitó a decir: «Mirad, estúpidos, si debéis diseñarlo así, al menos poned recias figuras de hombres». No, lo mostró…, y generalizó el símbolo. He aquí a esa pobre cariátide que lo ha intentado, y ha fracasado, derrumbada bajo el peso de su carga. Es una buena chica. Observe su cara. Seria, infeliz a causa de su fracaso, pero sin echarle la culpa a nadie, ni siquiera a los dioses…, y aún sigue esforzándose en sostener el peso, después de haberse derrumbado bajo él.
»Pero constituye algo más que buen arte denunciando un arte muy malo: es un símbolo para toda mujer que haya intentado alguna vez llevar sobre sus hombros una carga demasiado pesada, más de la mitad de la población femenina de este planeta, viva y muerta, calculo. Y no sólo mujeres: el símbolo es asexual. Se refiere a cada hombre y a cada mujer que haya vivido y se haya pasado la vida haciendo gala de fortaleza de ánimo, sin emitir queja alguna, y cuyo valor no ha sido jamás detectado hasta que se han derrumbado, vencidos por el peso de su carga. Es el valor, Ben, y la victoria.
–¿Victoria?
–Victoria en la derrota; no hay triunfo mayor. Ella no se da por vencida, Ben; sigue intentando alzar esa piedra, después de que la ha aplastado. Ella es un padre de familia yendo a su aburrido trabajo mientras el cáncer devora dolorosamente sus entrañas, a fin de poder llevar a casa un nuevo cheque de la paga para sus chicos. Es una niña de doce años tratando de cuidar a sus hermanitos pequeños porque mamá se ha ido al Cielo. Es la telefonista de una central que se mantiene en su puesto mientras el humo la asfixia y las llamas avanzan y le cortan la retirada. Es todos esos héroes desconocidos que no pueden hacer otra cosa, excepto no abandonar nunca. Vamos. Salude cuando pase por delante de ella y venga a ver mi Sirenita.
Ben obedeció al pie de la letra; si Jubal se sorprendió, no hizo comentario alguno.
–Ahora ésta –dijo–. Es la única que Mike no me regaló. Pero no hay necesidad de decirle a Mike por qué la adquirí…, aparte el hecho evidente de que es una de las más deliciosas composiciones que han sido concebidas y orgullosamente ejecutadas por los ojos y las manos del hombre.
–Es cierto, sí. No necesita explicación, al menos para mí… ¡Es preciosa!
–Sí. Y eso es una excusa en sí mismo, como ocurre con los gatitos y las mariposas. Pero hay en ella más que eso…, y me recuerda a Mike. No es del todo una sirena, ¿ve? Y no es del todo un ser humano. Está sentada en tierra firme, donde ha elegido estar…, y contempla eternamente el mar, llena de nostalgia y siempre solitaria por todo lo que ha dejado atrás. ¿Conoces la historia?
–Hans Christian Andersen.
–Sí. Está sentada en el puerto de Kjeibenhavn, Copenhague era su ciudad natal…, y representa a todo aquel que alguna vez se ha enfrentado a una elección difícil. No lamenta su elección, pero tiene que pagar por ella; toda elección ha de pagarse. El precio de la suya no es sólo una nostalgia sin fin. Está condenada a no ser nunca humana del todo; cuando utiliza sus tiernamente adquiridos pies, cada paso es sobre cuchillos afilados. Ben, creo que Mike anda siempre sobre cuchillos, pero no es necesario que le diga que yo se lo he contado. No creo que él conozca la historia. Al menos, no creo que sepa que yo la relaciono con él.
–No se lo diré –Ben contempló la réplica–. Prefiero mirarla a ella y no pensar en los cuchillos.
–Es un pequeño encanto, ¿verdad? ¿No le gustaría llevársela a la cama? Probablemente sería tan sugestiva como una foca, y casi igual de escurridiza.
–¡Maldita sea! Es usted un viejo malvado, Jubal.
–Y cada año que pasa me siento más y más diabólico. Hum…, no miraremos a las demás; tres esculturas en una hora es más que suficiente. Por lo general, una por día es mi ración normal.
–Me parece bien. Tengo la impresión de haber bebido tres copas de más con el estómago vacío. Jubal, ¿por qué no tiene todo esto en un sitio donde la gente pueda verlo?
–Porque el mundo se ha vuelto excéntrico, y el arte contemporáneo siempre refleja el espíritu de su época. Rodin creó sus obras más importantes a finales del siglo XIX, y Hans Christian Andersen se le adelantó sólo por unos pocos años. Rodin murió a principios del siglo XX, justo cuando el mundo empezaba a levantar su tapadera…, y el arte con él.
»Los sucesores de Rodin se percataron de las cosas sorprendentes que él había hecho con luces y sombras y masas y composiciones, y copiaron esa parte. Lo que no consiguieron ver fue que el maestro contaba una historia y dejaba desnudo el corazón humano. En vez de ello, se dedicaron al «diseño», y se manifestaron desdeñosos hacia la pintura o escultura que contaba una historia. Con ánimo burlón, calificaron tales obras de «literarias», una palabra sucia. Se dedicaron a la búsqueda y creación de abstracciones, sin dignarse a pintar o tallar nada que tuviera la menor semejanza con el mundo humano.
Jubal se encogió de hombros.
* * *
Ahora, la invitación es para los siguientes blogueros:
Kix
El Padre Natas
Toncha
Héctor Coronado
Edgar
Eratóstenes Horamarcada
Ligas interesantes relacionadas con las explicaciones de Jubal Harshaw a Ben Caxton relativas a las esculturas de Rodin:
Sobre la Cariátide caída bajo el peso de la piedra
Otro sitio con información del libro citado.
Forastero_en_tierra_extraña en la Wikipedia en español
Comentarios sobre la opinión de Jubal Harshaw
Galería Rodin
En este caso yo he recibido la invitación a memear, bloguerísticamente hablando y por orden de invitación, de Zalakain, Mafalda, Pereque y Kix. A quienes mi desidia agradece la mención. El meme, según la definición de Dawkins muta de hecho. El meme bloguero también puede mutar, ya que, tal como lo definió Zalakain, consistía en: Abrir por la página 123 el libro más cercano, ir a la línea 5, a partir de ella, copiar en el blog las tres frases que la siguen, poner el autor y el título y, pasarlo a tres personas. En términos generales las otras tres invitaciones sólo hablan de transcribir la página 123 completa y pasarlo a 4 blogueros.
Si el objetivo del meme es despertar la curiosidad sobre diferentes libros, lo de transcribir la página 123 me parece mejor que lo de copiar tres frases. Sin embargo yo me voy a tomar la libertad de modificar un poco los términos del meme por dos razones: (1) que ya casi todos los blogueros a quienes conozco lo han contestado, lo cual me deja en desventaja para transmitirlo y (2) que creo que se puede hacer un poco más interesante especificando que:
- Se escoja cualquier libro que se haya leído recientemente y
- Se transcriba el cualquier pasaje que se considere más interesante.
El libro que escojo es Forastero en tierra extraña de Robert A. Heinlein. Los pasajes que escogí son un poco extensos, pero me parece que son interesantes. Para facilitar la lectura voy a marcar en negritas las frases que más me gustaron.
Pasaje 1, en algún lugar del capítulo 29
Ella volvió al piso un día y encontró a Mike sentado, no en trance sino sin hacer nada, y rodeado de libros, muchos libros: el Talmud, el Kama-Sutra, varias versiones de la Biblia, el Libro de los Muertos, el Libro de los Mormones, el precioso ejemplar de Patty de la Nueva Revelación, diversos apócrifos, el Corán, La Rama Dorada –versión no resumida–, El Camino, Ciencia y Salud con la Llave a las Escrituras, los escritos sagrados de una docena de otras religiones mayores y menores…, incluso desviaciones tan extrañas como el Libro de la Ley de Crowley.
–¿Te ocurre algo, querido?
–Jill, no asimilo… –agitó la mano hacia los libros.
–(La espera, Michael. Se impone la espera hasta que llegue la plenitud)
–No creo que la espera la llene nunca. Oh, sé dónde está el fallo: no soy realmente un hombre. Soy marciano…, un marciano en un cuerpo deforme.
–Para mí eres un hombre más que completo, querido…, y adoro la forma que tiene tu cuerpo.
–Oh, tú asimilas de qué estoy hablando. No asimilo a la gente. No comprendo esta multiplicidad de religiones. Mira, entre mi pueblo…
–¿Tu pueblo, Mike?
–Lo siento. Debí decir que, entre los marcianos, sólo existe una religión… y no es una fe, sino una certidumbre. La asimilas. «¡Tú eres Dios!».
–Sí –asintió ella–. Lo asimilo en marciano. Pero ya sabes, queridísimo, que eso no significa lo mismo en inglés…, o en ninguna otra lengua humana. No sé por qué.
–Hum. En Marte, cuando necesitamos saber algo, cualquier cosa, preguntamos a los Ancianos, y la respuesta nunca es errónea. Jill, ¿es posible que los humanos no tengamos «Ancianos»? No me refiero a las almas, esto se da por sentado. Cuando nosotros nos descorporizamos, morimos. Cuando nos quedamos muertos…, ¿morimos de un modo total y no queda nada? ¿Vivimos en la ignorancia porque eso no importa? ¿Porque desaparecemos sin dejar ningún rastro detrás, en un espacio de tiempo tan breve que cualquier marciano lo utilizaría para una larga contemplación? Dímelo, Jill. Tú eres humana.
Ella sonrió con serena tranquilidad.
–Tú mismo me lo has dicho. Tú me has enseñado a conocer la eternidad, y no puedes arrebatarme ese conocimiento, nunca. No puedes morir, Mike; lo único que puedes hacer es descorporizarte.
Se señaló a sí misma con ambas manos.
–Este cuerpo que me has enseñado a ver a través de tus ojos, y que has amado tan bien, desaparecerá algún día. Pero yo no desapareceré: ¡soy lo que soy! Tú eres Dios y yo soy Dios y nosotros somos Dios, eternamente. No estoy segura de adonde iré a parar, ni de si recordaré que hubo un tiempo en que fui Jill Boardman, la muchacha que se consideraba feliz manoseando instrumental médico y que fue igualmente feliz meneando su cuerpo en las tablas bajo los brillantes focos. Siempre me ha gustado este cuerpo…
Con el más desacostumbrado gesto de impaciencia, Mike hizo desaparecer las ropas de Jill.
–Gracias, querido –dijo ella en voz baja, sin moverse de donde estaba sentada–. Siempre ha sido un cuerpo estupendo para mí, y para ti…, para los dos. Pero confío en no perderlo cuando haya terminado con él. Espero que te lo comas cuando me descorporice.
–Oh, te comeré, puedes estar segura…, a menos que me descorporice yo antes.
–No creo que pase eso. Con tu dominio mucho mayor sobre ese adorable cuerpo, sospecho que puedes vivir varios siglos. A menos que decidas descorporizarte antes.
–Podría hacerlo. Pero no ahora. Jill, lo he intentado una y otra vez. ¿A cuántas iglesias hemos asistido?
–A todas las que hay en San Francisco, de todo tipo, creo… Excepto las más pequeñas y secretas, que no están listadas en ninguna parte. No recuerdo cuántas veces hemos asistido a los servicios de buscadores.
–Eso sólo fue para reconfortar a Patty. Yo no volvería nunca más, si tú no estuvieses segura de que ella lo necesita para saber que no hemos abandonado.
–Lo necesita. No podemos mentirle; tú no sabes hacerlo y yo no puedo engañar a Patty.
–En realidad –admitió él–, los fosteritas son muchos más de los que había creído. Todos retorcidos, por supuesto. En realidad andan torpemente a tientas, como hacía yo cuando estábamos en la feria. Y nunca corrigen sus errores por culpa de esto… –hizo que el libro de Patty se alzara en el aire–, que en su mayor parte no es más que basura.
–Sí, pero Patty no lo ve. Está envuelta en su propia inocencia. Ella es Dios, y obra en consecuencia; sólo que no sabe que lo es.
–Así es –asintió él–. Ésa es nuestra Patty. Lo cree sólo cuando yo se lo digo, con el énfasis adecuado. Pero, Jill, hay otros sitios donde mirar. La ciencia, por ejemplo. A mí, mientras estaba aún en el nido, me enseñaron más acerca de cómo fue ensamblado el universo físico de lo que han averiguado hasta la fecha los científicos humanos. Sé tanto de eso, que ni siquiera puedo hablar con ellos sobre el asunto. Ni siquiera puedo hablarles de algo tan elemental como la levitación. No trato de menospreciar a los científicos… Hacen lo que deben y se orientan hacia el camino correcto; asimilo por completo eso. Pero lo que están tratando de descubrir no es lo que yo ando buscando, ¿entiendes? Uno no asimila un desierto contando sus granos de arena.
»Luego está la filosofía, que se supone que es capaz de abarcarlo todo. ¿Lo hace? Todo filósofo que aparece con algo es exactamente porque ha tropezado con ello…, excepto los que se engañan a sí mismos, demostrando sus suposiciones a través de sus conclusiones, en un círculo. Como Kant. Como muchos otros que se muerden la cola. Así que la respuesta, si la hay, debería estar aquí.
Agitó la mano hacia el montón de libros religiosos.
–Sólo que no está. Trozos y fragmentos que parecen verídicos, pero nunca un esquema global…, y si hay un esquema, cada vez, sin excepción, te piden que la parte más difícil la suplas con la fe. ¡Fe! ¡Qué sucio monosílabo! Jill, ¿por qué no lo mencionaste cuando me enseñabas la relación de palabras breves que no deben ser usadas en compañía de personas educadas?
Ella sonrió.
–Mike, acabas de hacer un chiste.
–No tenía intención de que fuera un chiste, y no le veo la gracia tampoco. Jill, no he sido bueno para ti…, tú solías reírte. No dejabas de reír y sonreír hasta que yo te traspasé mis preocupaciones. Yo no he aprendido a reír; tú en cambio has olvidado cómo hacerlo. En vez de transformarme yo paulatinamente en humano, has sido tú la que has empezado a convertirte en marciana.
–Soy feliz, querido. Probablemente tú no me has visto reírme.
Pasaje 2: Éste está en el capítulo 30, al inicio de la cuarta parte y es mi favorito.
–.... ¡Hola Ben! ¿Qué va a tomar?
–Nada, a esta hora temprana del día sólo me hace falta su mala influencia profesional. Necesito hablar con usted, Jubal.
–Ya lo está haciendo. Dorcas, trae a Ben un vaso de leche caliente; está enfermo.
–Sin mucha soda –corrigió Caxton–, y la leche de esa botella con los tres hoyuelos. Una charla en privado, Jubal.
–Muy bien, subamos a mi estudio…, aunque si se cree capaz de ocultar algo a los chicos de aquí, hágame saber su método.
Después de que Ben terminase de saludar adecuadamente a los miembros de la familia –y sin miedo al intercambio de microbios en tres de los casos–, se dirigieron escaleras arriba.
–¿Qué es esto? –dijo Ben–. ¿Me he perdido?
–Oh, así que no había visto las reformas, ¿eh? Una nueva ala al norte, lo cual nos da dos habitaciones y otro baño en la planta baja…, y aquí arriba mi galería.
–¡Hay suficientes estatuas para llenar un cementerio!
–Por favor, Ben. Estatua es lo que se erige a los políticos fallecidos en las esquinas de los bulevares. Esto que ve son «esculturas». Y, por favor, hable en tonos bajos y reverentes si no quiere que me ponga violento…, porque aquí tenemos réplicas exactas de algunas de las esculturas más maravillosas que este asqueroso planeta ha producido.
–Bueno, esa cosa horrible creo haberla visto antes, pero…, ¿cuándo adquirió el resto de todo este lastre?
Jubal le ignoró y le habló con suavidad a la copia de La bella Heaulmiére:
–No le escuches, ma petite chére…, es un bárbaro y no sabe hacerlo mejor –alargó la mano hacia la estropeada mejilla de la escultura, luego tocó con suavidad uno de sus mermados senos–. Me hago cargo de lo que sientes…, pero no va a durar mucho. Paciencia, querida.
Se volvió hacia Caxton y dijo secamente:
–Ben, no sé lo que se trae usted en mente, pero tendrá que esperar mientras le doy una lección acerca de cómo han de mirarse las esculturas… aunque es probable que resulte tan inútil como intentar enseñar a un perro a apreciar un violín. Pero ha sido grosero con una dama, y no estoy dispuesto a tolerarlo.
–¿Eh? No sea tonto, Jubal; usted sí es grosero con las damas… con las vivas, por lo menos una docena de veces al día. Y ya sabe a quiénes me refiero.
–¡Anne! –gritó Jubal–. ¡Sube! ¡Con la toga puesta!
–Sabe usted que yo nunca sería grosero con la vieja que sirvió de modelo para eso. Nunca. Lo que no puedo comprender es que un individuo que se hace llamar artista tenga la osadía de hacer posar desnuda a la bisabuela de alguien…, ni que usted tenga el mal gusto de querer tal esperpento en su casa.
Anne llegó con la toga puesta, no dijo nada. Jubal le preguntó:
–Anne, ¿he sido grosero alguna vez contigo? ¿O con alguna de las chicas?
–Eso es pedir una opinión.
–Eso es precisamente lo que te pido. Tu opinión. No estás ante el tribunal.
–Nunca ha sido usted grosero con ninguna de nosotras, Jubal.
–¿Recuerdas alguna ocasión en la que me haya portado intencionadamente de una forma grosera con alguna dama?
–Le he visto portarse intencionadamente grosero con una mujer. Pero nunca le he visto ser grosero con una dama.
–Eso es todo. No, una opinión más. ¿Qué piensas de este bronce?
Anne observó atentamente la obra maestra de Rodin, luego dijo despacio:
–Cuando lo vi por primera vez, pensé que era horrible. Pero he llegado a la conclusión de que puede que sea el objeto más hermoso que hayan visto mis ojos.
–Gracias, eso es todo –la muchacha se fue–. ¿Quiere que discutamos el asunto, Ben?
–¿Eh? Cuando discuto con Anne, el traje se me pone del revés… –Ben contempló la escultura–. Pero no acabo de captarlo.
–Está bien. Atiéndame. Cualquiera puede mirar a una chica guapa y ver una chica guapa. Pero un artista es capaz de mirar a una chica preciosa y ver en ella a la anciana en que llegará a convertirse. Y un artista mejor puede mirar a una vieja y ver la chica preciosa que fue en su juventud. Pero un gran artista, un maestro, y eso es lo que fue Auguste Rodin, puede mirar a una vieja, retratarla exactamente tal como es en aquel momento…, y obligar al que contemple su obra a ver en ella la jovencita preciosa que fue la anciana. Y más que eso: puede conseguir que cualquier persona con la sensibilidad de un armadillo, o incluso usted, vea que esa chica encantadora aún está viva, en absoluto vieja y fea, sino simplemente aprisionada dentro de ese cuerpo arruinado. El gran artista es capaz de hacerle sentir a uno la tranquila e infinita tragedia de una muchacha que nació para no envejecer en su corazón más allá de los dieciocho años…, al margen de lo que las despiadadas horas le hicieron a su cuerpo. Mírela, Ben. Envejecer no nos importa a usted o a mí; nunca nacimos para ser admirados…, pero a ella sí. ¡Contémplela!
Ben miró la escultura. Finalmente, Jubal dijo con voz hosca:
–Está bien, suénese la nariz y séquese los ojos…, ella acepta sus disculpas. Vamos a sentarnos. Ya es suficiente para una sola lección.
–No –respondió Caxton–. Quiero saber sobre esas otras. ¿Qué me dice de ésa de aquí? No me inquieta tanto; ya veo que es una muchacha. Pero, ¿por qué está retorcida como un ocho?
Jubal miró la copia de la Cariátide caída bajo el peso de su piedra y sonrió.
–Llámelo un tour de force en empatía, Ben. No espero que sea capaz de apreciar las formas y masas que hacen que esa figura sea mucho más que un «ocho»…, pero puede apreciar lo que Rodin está diciendo en ella. Ben, ¿qué extrae la gente del hecho de mirar un crucifijo?
–Ya sabe usted lo mucho que voy a la iglesia.
–«Lo poco», querrá decir. Sin embargo, tiene que saber que, como artesanía, las pinturas y esculturas de la Crucifixión son normalmente atroces… y las pinturas, las más realistas utilizadas a menudo en las iglesias, suelen ser las peores: la sangre chorrea como ketchup, y ese ex carpintero es reflejado como si fuese un afeminado…, lo cual no era así, si hay que creer lo que dicen los Evangelios. Jesús fue un hombre robusto, probablemente musculoso y con una buena salud. Pero, pese a las casi siempre lamentablemente torpes representaciones de la Crucifixión, para la mayoría de las personas una imagen deficiente es tan efectiva como otra buena. No ven los defectos; todo lo que ven es un símbolo que les inspira las más profundas emociones: les recuerda la Agonía y el Sacrificio de Dios.
–Jubal, creí que no era usted cristiano.
–¿Y qué tiene que ver con esto? ¿Acaso eso me deja ciego y sordo a la más fundamental emoción humana? Estoy diciendo que el crucifijo de yeso más torpemente pintado o la más barata postal del Nacimiento pueden ser un símbolo suficiente poderoso para evocar en el corazón del hombre emociones tan fuertes, que muchos han muerto por ellas y muchos más viven para ellas. Así que la habilidad artesanal y el juicio artístico con el que se juzga ese símbolo es irrelevante. Y aquí tenemos ahora otro símbolo emocional…, trabajado con un arte y una habilidad exquisitos.
»Ben, durante casi tres mil años, los arquitectos diseñaron edificios con columnas en forma de figuras femeninas. Se convirtió en una costumbre tan generalizada, que lo hacían de una forma tan indiferente como un niño pequeño pisa una hormiga. Después de todos esos siglos, fue necesario un Rodin para hacer ver que ése era un trabajo excesivamente pesado para una chica. Pero no se limitó a decir: «Mirad, estúpidos, si debéis diseñarlo así, al menos poned recias figuras de hombres». No, lo mostró…, y generalizó el símbolo. He aquí a esa pobre cariátide que lo ha intentado, y ha fracasado, derrumbada bajo el peso de su carga. Es una buena chica. Observe su cara. Seria, infeliz a causa de su fracaso, pero sin echarle la culpa a nadie, ni siquiera a los dioses…, y aún sigue esforzándose en sostener el peso, después de haberse derrumbado bajo él.
»Pero constituye algo más que buen arte denunciando un arte muy malo: es un símbolo para toda mujer que haya intentado alguna vez llevar sobre sus hombros una carga demasiado pesada, más de la mitad de la población femenina de este planeta, viva y muerta, calculo. Y no sólo mujeres: el símbolo es asexual. Se refiere a cada hombre y a cada mujer que haya vivido y se haya pasado la vida haciendo gala de fortaleza de ánimo, sin emitir queja alguna, y cuyo valor no ha sido jamás detectado hasta que se han derrumbado, vencidos por el peso de su carga. Es el valor, Ben, y la victoria.
–¿Victoria?
–Victoria en la derrota; no hay triunfo mayor. Ella no se da por vencida, Ben; sigue intentando alzar esa piedra, después de que la ha aplastado. Ella es un padre de familia yendo a su aburrido trabajo mientras el cáncer devora dolorosamente sus entrañas, a fin de poder llevar a casa un nuevo cheque de la paga para sus chicos. Es una niña de doce años tratando de cuidar a sus hermanitos pequeños porque mamá se ha ido al Cielo. Es la telefonista de una central que se mantiene en su puesto mientras el humo la asfixia y las llamas avanzan y le cortan la retirada. Es todos esos héroes desconocidos que no pueden hacer otra cosa, excepto no abandonar nunca. Vamos. Salude cuando pase por delante de ella y venga a ver mi Sirenita.
Ben obedeció al pie de la letra; si Jubal se sorprendió, no hizo comentario alguno.
–Ahora ésta –dijo–. Es la única que Mike no me regaló. Pero no hay necesidad de decirle a Mike por qué la adquirí…, aparte el hecho evidente de que es una de las más deliciosas composiciones que han sido concebidas y orgullosamente ejecutadas por los ojos y las manos del hombre.
–Es cierto, sí. No necesita explicación, al menos para mí… ¡Es preciosa!
–Sí. Y eso es una excusa en sí mismo, como ocurre con los gatitos y las mariposas. Pero hay en ella más que eso…, y me recuerda a Mike. No es del todo una sirena, ¿ve? Y no es del todo un ser humano. Está sentada en tierra firme, donde ha elegido estar…, y contempla eternamente el mar, llena de nostalgia y siempre solitaria por todo lo que ha dejado atrás. ¿Conoces la historia?
–Hans Christian Andersen.
–Sí. Está sentada en el puerto de Kjeibenhavn, Copenhague era su ciudad natal…, y representa a todo aquel que alguna vez se ha enfrentado a una elección difícil. No lamenta su elección, pero tiene que pagar por ella; toda elección ha de pagarse. El precio de la suya no es sólo una nostalgia sin fin. Está condenada a no ser nunca humana del todo; cuando utiliza sus tiernamente adquiridos pies, cada paso es sobre cuchillos afilados. Ben, creo que Mike anda siempre sobre cuchillos, pero no es necesario que le diga que yo se lo he contado. No creo que él conozca la historia. Al menos, no creo que sepa que yo la relaciono con él.
–No se lo diré –Ben contempló la réplica–. Prefiero mirarla a ella y no pensar en los cuchillos.
–Es un pequeño encanto, ¿verdad? ¿No le gustaría llevársela a la cama? Probablemente sería tan sugestiva como una foca, y casi igual de escurridiza.
–¡Maldita sea! Es usted un viejo malvado, Jubal.
–Y cada año que pasa me siento más y más diabólico. Hum…, no miraremos a las demás; tres esculturas en una hora es más que suficiente. Por lo general, una por día es mi ración normal.
–Me parece bien. Tengo la impresión de haber bebido tres copas de más con el estómago vacío. Jubal, ¿por qué no tiene todo esto en un sitio donde la gente pueda verlo?
–Porque el mundo se ha vuelto excéntrico, y el arte contemporáneo siempre refleja el espíritu de su época. Rodin creó sus obras más importantes a finales del siglo XIX, y Hans Christian Andersen se le adelantó sólo por unos pocos años. Rodin murió a principios del siglo XX, justo cuando el mundo empezaba a levantar su tapadera…, y el arte con él.
»Los sucesores de Rodin se percataron de las cosas sorprendentes que él había hecho con luces y sombras y masas y composiciones, y copiaron esa parte. Lo que no consiguieron ver fue que el maestro contaba una historia y dejaba desnudo el corazón humano. En vez de ello, se dedicaron al «diseño», y se manifestaron desdeñosos hacia la pintura o escultura que contaba una historia. Con ánimo burlón, calificaron tales obras de «literarias», una palabra sucia. Se dedicaron a la búsqueda y creación de abstracciones, sin dignarse a pintar o tallar nada que tuviera la menor semejanza con el mundo humano.
Jubal se encogió de hombros.
* * *
Ahora, la invitación es para los siguientes blogueros:
Kix
El Padre Natas
Toncha
Héctor Coronado
Edgar
Eratóstenes Horamarcada
Ligas interesantes relacionadas con las explicaciones de Jubal Harshaw a Ben Caxton relativas a las esculturas de Rodin:
Sobre la Cariátide caída bajo el peso de la piedra
Otro sitio con información del libro citado.
Forastero_en_tierra_extraña en la Wikipedia en español
Comentarios sobre la opinión de Jubal Harshaw
Galería Rodin
wow, que bonito post Antonio!, me encantó, al principio debo admitir, me aburría un poco y ademas complicado, vaya entender todo por una sola página, está dificil, pero el final, el final fué magnífico con las explicaciones de las esculturas de Rodin... muy bueno, que buena idea esto de los memes no??, habria que hacer un resumen de todos los libros que se han seleccionado en esta memería, jeje
ResponderEliminarsaludos!
Nah, para memes, éste.
ResponderEliminarLorena: gracias por leer todo el post. Creo que tienes razón, la primera parte, en donde Mike y Jill hablan sobre ciencia, filosofía y religión desde el punto de vista de un hombre que despierta al conocimiento y a los términos con los que nosotros, acostumbrados a barajarlos con tanta frecuencia que ya no nos preguntamos su relación entre sí y con la realidad (lo que sea que ese término signifique), puede parecer aburrida fuera del contexto de la corriente principal de la novela. Y estuve tentado a eliminarla pero, es un pasaje que me gusta tanto, que no me atreví a hacerlo. Pero para el segundo pasaje no se necesita conocer ni a los protagonistas ni el contexto de la discusión. En muchos momentos Jubal Harshaw, siendo personaje secundario, rebasa con mucho a Mike, el protagonista de la novela, al revelarse como un hombre que transpira inteligencia y sentido práctico. El segundo pasaje me pareció la mejor muestra.
ResponderEliminarLo del resumen de la memería 123 suena divertido. Deberíamos ponerlo en Blogenstein, para que quedara memoria.
Jack: jajajaja, no memes. Quiero decir, no más memes, con excepción del chiste de la rubia.
Un Abrazo
Wow, está super chida tu idea! Con gusto le entro! me encanta que le hayas entrado al relajo!
ResponderEliminar:-)
Definitivamente debo admitir que el de Jack Maybrick es meme y no pedazos...
ResponderEliminarjajajajaja
ResponderEliminarTienes toda la razón Antonio, yo "memié" literalmente y aventé la página 123 (que por cierto todavía no había leído)
Me gusta más tu "memiada"... así uno puede escoger.... jajajaja
A mí sí me gustó la primera parte... jajajaj .... me los imaginé perfecto deliberando sobre la "descorporización" ... y el análisis que hacen de la ciencia y la filosofía.
La segunda me encantó..... la forma como describe la escultura de la vieja es sensacional....
Abrazos
Kix: ¡Vientos! Creo que tu respuesta al meme de la página 123 dio la impresión de que estabas leyendo a la fuerza, por lo que con esta nueva versión del meme podremos saber algo de lo que lees por diversión o gusto. El meme de Jack es un memazo. Jajajaja.
ResponderEliminarW: A mí me gustó la parte en donde dice: "¡Fe! ¡Qué sucio monosílabo! Jill, ¿por qué no lo mencionaste cuando me enseñabas la relación de palabras breves que no deben ser usadas en compañía de personas educadas?"
Lo de la escultura de la anciana es realmente genial, pero con la analogía de la Cariátide al heroísmo silencioso de algunas personas, Heinlein me dejó con la baba de fuera.
Un Abrazo
........
ResponderEliminarToño:
Este Meme es excelente.
A mi me gustaron las dos partes. El poder del entre-cejo y la interrelación.
La ciencia, la filosofía y la religión. Nuestros conceptos manchados de las tres cosas, intentando ajustar conceptos. Recuerdo que cuando Leí "El inmortal" de Borges, me emocione, el genero fantástico tiene tantas salidas y juegos en los símbolos que mi cabezota no tuvo paz. Después leo "La muerte", el autor en este momento se me escapa, prometo ponerlo en cuanto lo recuerde. Es una historia completamente realista, que no mezcla ni interrelaciona a la ciencia, filosofía ni religión, provoco en mi otro trance de cosquilleo y curiosidad. No se si soy más imaginativa y patéticamente soñadora, el descubrimiento como humana, y la base de mis conceptos e ideas es mas literario que otra cosa jejejeje...
¿Que significan las imágenes? Como símbolos pueden tener muchos significados. Soy una ignorante con respecto a escultura y pintura, por supuesto que si alguien sesudo en esos menesteres me acompaña, y me da una cátedra didáctica como Jubal, probablemente ponga atención. Que me convenza... mmmm eso es otra cosa. Me llama la atención los personajes femeninos, dependientes, que miran donde apunta el dedo del personaje masculino, que no cuestionan nada por ellas mismas.
¿Será que solo la respuesta la tenga el genero masculino? jejejeje
Un saludo afectuoso.
Ya hay algo nuevo en mi choza, espero te guste.
Mafalda
¡Gracias por la invitación! Me agrada la forma en que has hecho mutar el meme, pero el libro que estoy leyendo se me ha hecho tan interesante que querría transcribirlo todo... lo cual no haré. Mi transcripción constituirá una regresión genética a la forma original del meme (copiar la página 123). Por favor, espérame al fin de semana para hacerlo y te contesto acá.
ResponderEliminar.....
ResponderEliminarToño:
Ya recorde el autor de "El muerto" es Georges Bataille.
Un saludo nuevamente y gracias por tu comentario.
Mafalda
Mafalda: Debo confesarte que nunca he leído a Borges. Eso de "El muerto" suena interesante. No sé si Heinlein sea misógino, de la lectura de "Forastero..." no me lo parece y no sé si sea coincidencia que el personaje más interesante, Jubal, sea hombre. De cualquier forma la explicación acerca de las esculturas de Rodín se la da a otro hombre (Ben Caxton) y no a una mujer. Gracias por tu visita y comentarios, así como por la riqueza en referencias bibliográficas.
ResponderEliminarEratóstenes: Gracias por aceptar el meme y continuar con la tradición de la página 123. No puedo leer tu blog EratHora desde mi trabajo por el firewall, pero sí el fin de semana desde mi casa.
Un Abrazo
Cuando lo leí me hizo recordar la peli "El hombre que cayó a la Tierra", con Bowie y sí, ya chequé. Resulta que Bowie rechazó el papel de Mike porque consideró a la novela "demasiado hippie"...jejeje. Interesante eso de "Yo soy Dios", con razón Manson se clavó con este rollo.
ResponderEliminarEl meme original es el mejor.
Ya conjugaron al meme: yo memié, tu memiaste...jajaja.
Saludos
Angeek: no conozco esa película (¿Qué tal es?) pero alcanzo a darme cuenta por que al libro se le considera algo hippie. Procuro evitar la segunda persona del presente para el verbo memiar, ya que puedo resultar perjudicado (y mojado).
ResponderEliminarUn Abrazo
La peli es buena. Me gustó mucho. A veces la pasan en la tele. Ahora le dicen "de culto". Véla tiene temas de tu interés....por aquello de los extraterrestres.
ResponderEliminarAngeek: la veré a la primera oportunidad. Leí algunas reseñas y parece bastante interesante. Gracias por la recomendación.
ResponderEliminarUn Abrazo
Heinlein no es de mis escritores favoritos de ciencia ficción, aunque debo de confesar que disfruté bastante de Tropas del Espacio (aventuras militares comparables, sólo El Juego de Ender). Mi problema principal con Heinlein es que sí es sexista, todos sus personajes femeninos están buenísimas y son casi ninfómanas (o sea que no le piden nada a las de las historias de Penthouse, Hustler y demás). El otro asunto, relacionado con el anterior, es que él pretende dárselas de muy aventado en cuestiones sexuales (Forastero en Tierra Extraña fue uno de los modelos para la cultura de las comunas hippies y su amor libre), pero en sus historias, las relaciones positivas siempre están basadas en atracciones hombre-mujer y mujer-mujer (como en las películas porno, vamos), y ahora que ha habido mucha apertura sobre el tema, sabemos que la atracción hombre-hombre no es rara ni siquiera entre los varones que se consideran a sí mismos como heterosexuales. Heinlein quería pensarse aventado, pero creo que los tabús autoimpuestos no lo dejaron (Checa como contraste, muy cercano a esa misma época, a Philip José Farmer y su cuento Jinetes del Salario Púrpura en Visiones Peligrosas, la fabulosa compilación de Harlan Ellison; Farmer por sí solo ganó el Hugo a mejor novela corta/cuento largo, por su aportación para esa compilación).
ResponderEliminarLo que sí me gustó es que por Forastero en Tierra Extraña supe de la escultura "La Que Fuera la Bella Heaulmiére" (el título completo... y ¡es que hay traductores atroces!). Un claro ejemplo de arte bello que sin embargo no es bonito (lo que la gran mayoría de la gente espera), y quizás inlcuso feo. Muy a la altura de las mujeres de Picasso o las pinturas de Francis Bacon, que a mí me parecen geniales.
Antonio: Borges es genial. Empieza por La Biblioteca de Babel o El Aleph, si quieres relatos fantásticos.
El Hombre Que Cayó a la Tierra la ví cuando todavía estaba en secundaria, y no la capté a profundidad, pero de que me hizo mella, me hizo mella. Curioso el comentario de Bowie sobre Foraster "ser demasiado hippie", siendo el tan contracultural. A lo mejor no quería perder su imagen vana/glamorosa de Ziggy Stardust. Aparte, en aquel entonces él se confesaba bisexual y su imagen era muy afeminada, cosa que quizás chocara con la postura de Heinlein.
De memes, hay un libro que se ve my bueno (yo no lo he leído, pero John Wilkins, del blog Evolving Thoughts, lo está leyendo). La página correspondiente de Amazon aquí.
Ribozyme: antes que nada, gracias por tus recomendaciones. Este libro cayó en mis manos por casualidad y lo devoré según acostumbro. En general el libro me gustó por el lenguaje alivianado que utiliza y por la forma divertida en la que resuelve todas las situaciones (inclusive las crisis universales). En lo personal no me pareció ciencia ficción mas que un pedazo al principio, como un pretexto del autor para expresar un grupo de ideas. Debo admitir que no he leído nada más de Heinlein pero voy a buscar el de "tropas..." que recomiendas.
ResponderEliminarGracias por tu visita y comentario, y bienvenido.
Un Abrazo